La bolla de anís, la que más emociona
Un total de 800 piezas de este pan han sido repartidas hoy por la cofradía de Ánimas en centros educativos, en el centro de día y pisos tutelados, en Adiscasar y el Ayuntamiento
La Cofradía de Ánimas ha repartido hoy 800 bollas de anís a niños, jóvenes y mayores de la localidad. Aunque de forma diferente a años anteriores, debido a la actual situación sanitaria, esta pieza de pan tan popular ha sido protagonista en centros educativos y centros de mayores.
A las diez de la mañana el sacerdote Luis Vidal Arias se ha encargado de la bendición de las bollas en la puerta de la casa de los mayordomos, en la calle Diputación. Posteriormente, los integrantes del colectivo se han encargado de entregar las bollas a los representantes de la escuela infantil Zarapico, el colegio León Leal y el IESO Vía de la Plata. Ellos se han encargado de hacer el reparto en las distintas aulas, ante la imposibilidad de que los mayordomos y diputados pudieran hacerlo en persona, como manda la tradición. «Lo importante es que la tradición continúa y aunque no las hayamos podido dar directamente, las hemos hecho llegar a todos los sitios», han explicado desde la cofradía. También ha habido piezas de pan destinadas a personas celíacas.
Igual de afortunados han sido hoy los usuarios del centro de día y pisos tutelados, así como de Adiscasar, y representantes municipales. «Hemos visto a gente, joven y más mayor, emocionarse al recibir las bollas, es una tradición muy bonita que debemos conservar porque para muchos casareños sigue teniendo gran significado y recuerdos», dicen.



Esta pieza de pan, que comenzó a entregarse a finales de cada mes de abril en los años de la posguerra, servía en aquel entonces para mitigar el hambre. Ahora, el significado no es el mismo, pero forma parte de la historia de este colectivo.

De forma excepcional, y con el fin de evitar cualquier riesgo de contagio, las bollas, elaboradas por panadería Los Pollos, han sido entregadas en plástico, y cerradas de forma hermética. Junto a ellas se ha entrega un pequeño pergamino, con el sentido que tiene este acto.
Los niños, jóvenes y mayores han vuelto a degustar un pan que sólo llega una vez al año a la localidad (el año pasado la pandemia impidió su reparto), de pequeño formato y repleto de pepitas de anís. Un pan bendecido, que hoy muchos casareños han compartido en la mesa y que les ha vuelto a llenar de ilusión.
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