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Jueves, 9 de mayo 2024, 22:11
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Casar de Cáceres sufre la devastación de sus palmeras desde que el picudo rojo, el insecto que las infesta, irrumpiera en esta localidad hace ya cuatro años. Durante este tiempo un total de 58 ejemplares, de los cerca de 250 existentes contabilizados por el Ayuntamiento, han sido contagiados por este escarabajo originario del Asia tropical.
A principios de 2020 se dieron a conocer los primeros casos, cuando desde el Área de Parques y Jardines del Ayuntamiento detectaron el daño en una palmera ubicada en la actual Plaza de las Abuelas y los Abuelos, y otra en el Paseo de Extremadura. Ambas tuvieron que ser podadas, y se les colocaron cintas de color rojo y blanco. La tercera afectada estaba ubicada en el Ejido de Abajo.
En este periodo varias han sido taladas y están siendo sustituidas por otros árboles autóctonos como los celtis, moreras y fresnos. Algunas zonas que más han sufrido la desaparición de las palmeras es la Plaza Virgen del Prado (de las 19 existentes sólo quedan cinco con palmas). En la barriada de Las Eras los vecinos también han despedido algunas de las 33 palmeras que les llevan acompañan día tras día a las puertas de sus casas. En el Paseo de Extremadura también ha habido pérdidas importantes, al igual que en la Plaza de los toros o el arandel de la iglesia.
Los esfuerzos por mantener a salvo la población de palmeras no cesan por parte del Ayuntamiento. Según concreta Adolfo Lucas, responsable del Área de Parques y Jardines municipal, a finales del año 2019 el Ayuntamiento comenzó a realizar un tratamiento con insecticida a las cerca de 250 palmeras existentes. En total 202 son canarias y el resto son las conocidas como washingtonias, las cuales tienen una mayor altura y un tronco más fino. Sin embargo, a día de hoy se desconoce el número de las que están ubicadas en propiedades privadas, y que también están sufriendo el ataque de esta especie invasora.
La aplicación del tratamiento ser realiza cada dos meses. «Se introduce insecticida bien con una pértiga en la zona de crecimiento o se inyecta en el tronco», aclara el jardinero. El coste bimensual para hacer frente al picudo es de entre 500 y 600 euros. «Hay veces que una palmera cae pero la de al lado no, no ataca todas seguidas», aclara este profesional que ve cómo en pocos años el deterioro ha sido importante.
El Ayuntamiento ha decidido talar los ejemplares que son irrecuperables tanto por razones de seguridad en el uso de los espacios, como para evitar la propagación de esta plaga. «El principal problema es que aunque el Ayuntamiento gaste el dinero para tratarlas, si las que son de propiedad privada no se tratan la plaga se extiende más», apostilla Adolfo Lucas.
Pese a ello, se conserva la palmera más antigua del municipio, una datilera que luce esbelta en el patio del Centro de día y que, según calculan fuentes municipales, podría rondar entre los 90 y 100 años de existencia.
El resto comenzó a plantarse en el municipio hace, al menos, cinco décadas. «Las palmeras son una especie muy sentimental, hay gente que paga una gran cantidad de dinero por los tratamientos, que pueden oscilar entre los 40 y 80 euros por palmera cada dos meses porque quieren conservarlas, ya que las plantaron sus padres hace años», explica Juan Carlos Cabrera, empresario de la jardinería. Sin embargo, quienes hacen este desembolso temen que después de tanto esfuerzo no resistan a la invasión del picudo. «La hembra puede poner hasta 400 huevos y con el tratamiento se intenta eliminar a todos los posibles pero a veces ni con eso se consigue», asegura. En el lado opuesto está la decisión de muchos propietarios de parcelas que han desistido y las han dejado morir.
La primera detección del picudo rojo en España fue en el año 1994. A Extremadura llegó en 2013 y en tan sólo 10 años se ha apoderado de todo el territorio extremeño. Precisamente, el pasado mes de marzo la Junta de Extremadura confirmó que el insecto estaba ya oficialmente presente en toda la región. La Dirección General de Agricultura y Ganadería de la Junta publicó una resolución en la que se daba a conocer las medidas fitosanitarias que se deben adoptar para la prevención, lucha y control de la plaga del picudo rojo. Entre ellos, que las plantas afectadas deberán someterse a un plan de tratamientos con sustancias activas autorizadas, o proceder a su eliminación. Desde el Servicio de Sanidad Vegetal autonómico se establecen algunas pautas para las labores de poda que se ejecuten en las plantas afectadas, así como la ejecución de cualquier otra medida que se justifique técnica o científicamente para el control del picudo.
«Estamos pidiendo presupuestos a empresas porque cuando una palmera muere primero hay que talarla, luego hay que retirarla y finalmente hacer buena gestión de esa retirada triturándola», explica la alcaldesa, Marta Jordán.
Casar de Cáceres siempre ha destacado por ser un pueblo en el que se plantan árboles de forma continuada, y a día de hoy llegan a superar los 3.500 ejemplares. Sin embargo, la invasión del picudo rojo está cambiando la fisonomía del municipio, dejando troncos despojados de palmas o talados. Un combate pausado que mantiene en jaque a todos los trabajadores del servicio de parques y jardines. «Es una pena porque las estamos protegiendo y cuidando pero no conseguimos combatirlo, es un proceso lento», zanja Adolfo Lucas.
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