

La presencia del Cristo de la Peña por varias calles de la localidad llenó de sentimientos a los casareños y forasteros que lo acompañaron la noche del pasado miércoles. Desde hace 30 años la talla de madera que data de finales del siglo XV o principos del siglo XVI es portada por integrantes de la Hermandad que lleva su nombre cada Miércoles Santo.
A causa de la pandemia se quedó sin salir durante dos años consecutivos. Anoche el Vía Crucis discurrió, como se hizo hace cuatro años, por calles del casco antiguo. A las diez de la noche la imagen salió de la parroquia, arropada por numeroso público y por medio centenar de músicos de la Agrupación la Sagrada Cena de Plasencia, quienes siguieron al Cristo con sus instrumentos durante las más de dos horas de recorrido.
El Cristo estuvo protegido por una treintena de hombres y mujeres. Todos caminaban al mismo paso, siguiendo las indicaciones de los capataces Andrés Lucas y Julián Pacheco. Antes de iniciar la marcha el Cristo fue alzado durante unos segundos. «Quiero a mi Cristo bien alto», pronunció Lucas, y los hermanos lo elevaron ante la mirada de todos los presentes.
Junto a ellos otras decenas de hermanos, ataviados con el traje y capuchón característico, disfrutaron con sus funciones, portando cruces o repartiendo estampas del Cristo como fue el caso de los más pequeños. Para las jóvenes Lucía Barra y Alba Dionisio fue una noche muy especial, ya que por primera vez participaron en este Vía Crucis tras unirse a la Hermandad.
El Vía Crucis también contó con momentos destacados, como el giro completo y pausado que se realizó con la imagen en la plaza de España, o los cantos de saetas que le dedicaron algunos vecinos en distintos puntos. El sonido de los tambores, de las trompetas y cornetas de la Agrupación Musical placentina también sobrecogió a los asistentes. «Suenan muy bien, son profesionales», se escuchaba decir entre el público de esta agrupación que cuenta con ocho años de andadura.
Representantes de todas las cofradías y hermandades también participaron en este encuentro portando sus varas, así como autoridades religiosas, municipales, Guardia Civil y Policía Local. Numerosas personas lo vieron pasar por sus calles, asomados a ventanas y balcones.
Un año más fue una noche especial para los fieles y devotos de esta imagen. Sólo su presencia hizo derramar las lágrimas de muchos presentes, a la vez que despertó el recuerdo de quienes ya no están y reforzó la fe de quienes luchan contra alguna enfermedad.
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