El mes más duro para los comerciantes de productos de primera necesidad
Los propietarios aseguran sentir miedo al contagio y muchos también lamentan la pérdida de ventas
Los establecimientos de alimentación y productos de primera necesidad ya han hecho frente al primer mes de emergencia sanitaria. Sus propietarios aseguran tener miedo al contagio, aunque con el paso de las semanas reconocen que se respira algo más de tranquilidad.
Su situación es compleja porque tienen que estar en primera línea y ofrecer atención directa a su clientela. Para prevenir los contagios no dudaron desde el principio en ser estrictos con las medidas de protección. Así, pusieron en marcha restricciones que nunca hubieran imaginado que implementarían en sus negocios. A día de hoy los comerciantes exigen mascarillas y guantes a sus clientes.
En el Supermercado Día hay momentos en los que se producen colas en la puerta. Los casareños aguardan su turno para poder acceder al interior de este local del Paseo de Extremadura. El máximo de personas al que dejan acceder para comprar al mismo tiempo es de 15. En este supermercado trabajan seis personas, algunos de mañana y otros de tarde. «Esta situación la vivimos como podemos, con miedo y esperemos que pase cuanto antes», indica Montaña Ávalos, una de las propietarias.
Desde que comenzó el confinamiento mantienen el horario establecido por la propia cadena comercial, cerrando a las site, una hora antes por la tarde.
La forma de comprar ha cambiado. Durante las últimas semanas las compras que se realizan son de más cantidad. «Hay quienes vienen y se llevan sus cosas pero también la de sus padres por ejemplo», indica. Los clientes planean sus estrategias para salir menos a la calle y, en lugar de ir cada dos o tres días como era lo habitual antes del confinamiento, intentan ir sólo una vez a la semana.
El aislamiento domiciliario ha provocado el desabastecimiento de algunos productos, como la harina y la levadura. También hay escasez de lejía. Las ventas de estos productos se han disparado de forma notable. «La lejía va entrando pero en muy pequeñas cantidades y se agota rápido, y desde hace 15 días no recibimos harina», indica. Al inicio del estado de alarma faltó leche, pero desde entonces no han existido problema de venta. «Faltan algunos otros productos que no llaman tanto la atención pero el tema de la harina sí destaca y parece que se hace mucha repostería en casa», añade.
En la pescadería de este supermercado Verónica Campón también se ha adaptado para prevenir cualquier posible contagio. «No mantengo apenas contacto con la gente porque tengo el mostrador en medio, no tengo que reponer como mis compañeros o atender en la caja», alude. Estos días asegura que los pedidos por teléfono son la tónica habitual. «Si no pueden venir yo también los llevo a casa», dice.
El pan de cada día
En la Panadería Los Pollos también resisten esta situación de emergencia sanitaria. Saben que son imprescindibles. Tienen que llevar a los hogares el pan a diario. «Tenemos miedo, nada más llegar a casa echamos la ropa a lavar, nos duchamos, todo lo que podamos hacer para evitar contagiarnos», explica uno de los propietarios, Javier Cebrián.
Pese a que el pan es un producto de primera necesidad, también han notado el bajón en las ventas, provocado por el cierre de bares y restaurantes a los que suministraban a diario. «Había restaurantes a los que a lo mejor le llevábamos 200 bollos cada día», cuenta. Y no sólo eso, toda la previsiones de eventos se ha caído, por lo que el pan sufrirá esas pérdidas.
Cebrián también señala que otra de las perjudicadas es la venta de baguetes. Se ha desplomado. «La gente está comprando más las piezas de pan, porque se da envuelto», apunta. También porque resulta mejor para congelar.
Pese a todos los inconvenientes, la plantilla ha estado prácticamente trabajando como siempre, aunque asegura que ha contado con algunas bajas. «El reparto de los pueblos lo hemos podido seguir haciendo con el permiso del 112. En arroyo un trabajador que no podía salir a trabajar nos ha hecho el reparto, llevábamos la furgoneta hasta la entrada del pueblo y con al autorización él iba y hacía ese trabajo», explica. Lo que sí está restringido es la venta directa en la panadería. Este empresario lo tiene claro: «En estos momentos es cuando hay que luchar y ser valientes, aunque haya miedo».
Las rosquillas de alfajor
La dulcería artesana de Teodoro Pérez decidió cerrar sus puertas los primeros quince días tras decretarse el estado de alarma. «Había miedo y teníamos poca certeza de no saber a qué nos enfrentábamos, así que se dejó de fabricar todo», cuenta su propietario. Hace dos semanas volvieron a sus puestos de trabajo, aunque la venta al público en su tienda quedó suspendida.
Su trabajo diario se centra únicamente en la fabricación de los dulces más demandados, entre ellos, la rosquilla de alfajor. «Las rosquillas siempre están vendidas, es mayor la demanda que la producción», dice. Poco a poco vuelven a la normalidad en los horarios. Cuando volvieron sólo trabajaban en horario de mañana pero desde esta semana ya hacen la jornada partida. Abastecen a sus clientes habituales de distintos pueblos de la provincia, y de Cáceres, entre ellas las grandes superficies.
«Hacemos magdalenas, galletas, mantecados, perrunillas, todo lo que siempre hemos repartido, pero ya hemos dejado de hacer otros dulces como tartas borracha y cosas que se vendían sólo en nuestra tienda», puntualiza. Cuentan con la supervisión de la farmacéutica del servicio de salud, que los visita para ver cómo funcionan y si cumplen con los protocolos de seguridad en sus puestos de trabajo.
En la tienda 'Comercio típico del Casar' de carnicería y alimentación en general que regenta el matrimonio de Rafa y Ana se palpa también el miedo al contagio. «En este tipo de comercios el trato es de tú a tú y tenemos que decir a nuestros clientes que guarden las distancias, que entren con mascarillas o que se desinfecten, al igual que hacemos nosotros», manifiestan. Con la escasez de mascarillas afrontan su día a día en el establecimiento. «Ahora es cuando empiezan a dárnoslas pero antes las hacíamos nosotros con de papel de servilletas», dicen.
Los propietarios de este negocio de la calle Larga aseguran que las ventas «están fatal porque aunque somos un comercio ordinario de alimentación, aunque también elaboramos muchos embutidos que teníamos ya preparados desde hace dos meses en vistas a la Semana Santa». Precisamente esa era la fecha clave para hacer caja. Tenían mucha ilusión por vender sus productos en esos días festivos. Cada año abren todos los días por Semana Santa y con la situación de emergencia han estado cerrados. Eso ha hecho que la venta de quesos y tortas del Casar se haya paralizado. «Es nuestro principal reclamo y no se ha vendido nada», cuentan. Las ventas destinadas al turismo le han hecho un gran agujero en la caja. «No van a ser compensadas y los pagos son muchos», apuntan.
En este establecimiento también han recortado el horario de atención al público, principalmente por las tardes que sólo abren de 17.30 a 19.30 horas porque resaltan que apenas hay ventas. Una de sus bazas, al igual que para otros muchos comerciantes, podrían ser los repartos a domicilio que también promocionan mientras dure el confinamiento.
En la frutería
Gema Polo regenta la frutería La Huerta, que desde que saltó el estado de alarma sólo abre por la mañana. «Así evitamos estar tan expuestos y es una manera de contribuir a que la gente se tome en serio lo de no salir de casa porque esto es más serio de lo que creemos», indica.
Toda precaución es poca para quienes están en contacto con los clientes. «Estoy todo el día desinfectándome las manos, el mostrador y las cajas registradoras, intento hacerlo cada vez que entra y sale alguien, y también todos los días me desinfectan la puerta los del servicio de limpieza y se agradece», apostilla.
Sobre las ventas, indica que, en su caso, han subido ligeramente porque la gente compra en más cantidad para no salir tantas veces. «En vez de venir tres veces a la semana a lo mejor vienen una», dice. Se ha sumado a ofrecer servicio a domicilio.
En este mes lo que más ha vendido han sido naranjas para zumos, plátanos porque según cuenta «a los niños les gusta mucho», las fresas de temporada y kiwis. «Otros años por esta época tendrían que estar al llegar ya las sandías de Marruecos pero de momento nada», detalla. «También se vende mucha verdura y la gente intenta estar sano y variado», añade.
En la multitienda 'La despensa del queso' también se ha acogido a la reducción de horarios. Echa el cierre a las cuatro de la tarde. Uno de los motivos fue la bajada de ventas. «Al principio estábamos muy asustados pero según pasan los días estamos ya más tranquilos, en casa teníamos a nuestra hija y nos daba miedo por ella», explica Mari Paz Ronco.
Según cuenta, lo que más se vende son medios panes. «La gente se los lleva para dos o tres días y lo congelan, se vende mucha lejía, arroz, harina y azúcar y algún dulce o chuchería, pero no de forma excesiva».
Lo que sí ha notado es que la gente cada vez es más responsable en el uso de mascarillas y guantes. «Siempre he pedido que se desinfectaran y he puesto guantes y mascarillas a disposición de todos los clientes, la gente cada vez las utiliza más y esperan su turno para entrar de uno en uno a la tienda», aclara.
Como otros comercios, ha tenido que ver como las ventas de Semana Santa se han esfumado. Para ella es una de las mejores épocas del año, por la gran afluencia de público. «Es la mejor fecha para vender tortas o productos típicos y este año no se ha vendido nada». Estos días también trata de dar un mejor servicio, sobre todo, para las personas mayores que tienen miedo a salir de casa. Ella les lleva lo que necesitan a sus domicilios.
La vida en una papelería
La papelería y librería Geppeto también estableció cambios cuando comenzó el estado de alarma. Habilitó un espacio sólo para clientes, y redujo su horario, exclusivamente de 9.00 a 12.00 horas. «La mayoría nos piden las cosas desde la puerta y se las sacamos ahí. Solo entran aquellos que piden ver algún libro, juego, entre otros, o para elegir entre varios y siempre guardando las distancias de seguridad», explican.
A través de redes sociales hicieron un llamamiento a los clientes para que en el caso de necesitar fotocopias enviaran un email previamente para dar trámite al pedido. «Como no tenemos datáfono intentamos decir el importe exacto cuando así nos lo piden», aclaran.
Desde que empezó el confinamiento aseguran que la venta de periódicos y revistas se ha desmoronado. «Algunos clientes pensaban que no seguían enviándonos este tipo de artículos por la situación del Covid19, pero en este sentido seguimos recibiendo con normalidad«, añaden.
Sin embargo, sí han visto un repunte de ventas en lo relativo a material escolar, para manualidades, y material de oficina, en comparación con los mismos meses de años anteriores. «Algunos clientes nos hacen encargos más específicos, como cartuchos de impresoras, que seguimos intentando suministrar con normalidad, dependiendo siempre de las existencias que tengan para enviarnos o el tiempo que tarden en mandarlos durante el periodo de cuarentena», indican.
Durante este tiempo han aprovechado para sacar mucho más partido a las redes sociales y mostrar a los vecinos los productos, entre ellos, todos los libros de los que disponen y que habían adquirido para la Semana del Libro. «Los vídeos con los libros llevamos haciéndolo un tiempo, siempre que recibimos una nueva tanda de nuevos títulos, ya que hay clientes que viéndolos a través de las redes sociales se interesan por ellos y nos piden que se los reservemos», apuntan.
La situación narrada por estos comerciantes detalla cómo viven el día a día. No se pueden cobijar en sus casas. Están en la primera línea y luchan al mismo tiempo por salvar sus negocios. En esta misma situación la afrontan otros comercios locales, en el que se podría decir que es el mes más duro de su vida profesional. Pero saben que, poco a poco, saldrán de ésta y todo volverá a la normalidad. El comercio local resistirá.