Los empresarios y autónomos casareños hablan: «Esto es una ruina»
Comienza la cuarta semana de confinamiento y los empresarios y autónomos expresan la situación que afrontan con las puertas de sus negocios cerradas
Buena parte de los empresarios y autónomos casareños viven el peor momento de sus vidas. Los que atienden negocios con productos considerados de primera necesidad están ajenos a esta pesadilla provocada por la pandemia.
Desde el 14 de marzo muchos establecimientos continúan cerrados tras decretarse el estado de alarma. El temor a contagios del Covid-19 hizo que algunos se adelantaran al cierre. Un cierre que suma ya 22 días y que, irremediablemente, está provocando el declive de muchos negocios.
Algunos empresarios y autónomos cuentan cómo viven estos días. Claudio Vidal Barrantes asegura que siente una gran preocupación. Su restaurante, Casa Claudio, lleva tres semanas paralizado. «Esto es una auténtica ruina ahora mismo, y el futuro creo que será más difícil porque todo depende en qué condiciones se vaya a tener que abrir, y eso aún no lo sabemos», dice el joven chef.
A su empresa familiar no le ha quedado más remedio que posponer fechas de bodas. La primera la hubieran organizado el 21 de marzo. De momento, han cancelado todas las celebraciones previstas hasta el 20 de junio, incluidas las numerosas comuniones que se iban a celebrar en mayo, y para las que aún se desconoce la nueva fecha. «Los novios están muy preocupados porque ni ellos ni nosotros sabemos cuándo se podrán celebrar sin problema alguno, ellos tienen mucho miedo, porque ni siquiera sabemos cuántos comensales podremos meter en un salón», detalla.
Para aliviar los malos pensamientos Claudio Vidal aprovecha el confinamiento para hacer lo que mejor sabe: ingeniar nuevas recetas para luego presentarlas a sus clientes. «Estoy probando cosas que nunca dan tiempo a hacer, algunas recetas de nuevos platos, masas y dulces, y un nuevo recetario». También disfruta de su mujer e hijos, con los que reconoce pasa poco tiempo cuando está en el restaurante. «Eso es lo único bueno de todo esto», dice.
La situación de la casareña Flora Elvas también es crítica, con varios empleados, dos establecimientos en alquiler y un crédito. «No es sólo pagar la cuota de autónomo, sino la de tus empleados y su seguridad social, y muchos más gastos. Por ejemplo, para poder impartir zumba tengo que pagar una cuota, no vale de nada sacar el curso, y mis gastos mensuales ascienden a varios miles de euros», lamenta.

Estos días los números no le salen. «Estoy muy agobiada, me ha pillado sin nada porque hice una inversión reciente, y la cuota más alta de mi negocio son 30 euros y se puede ir todos los días», aclara.
Para ella la emergencia sanitaria ha irrumpido en los mejores meses de su negocio. Y lo peor de todo, es que teme que sus usuarios no continúen en el gimnasio hasta pasado el verano. «Lo tengo todo perdido hasta entonces y aunque yo abra las puertas cuando nos lo permitan, no vendrá nadie porque la gente se conformará con salir a caminar o ir a la piscina», cuenta.
En estas semanas ofrece a diario clases de virtuales, dirigidas a los usuarios que ya habían pagado sus cuotas por adelantado. «No puedo devolver el dinero y estoy dando clases para que quien ha pagado pueda recibirlas», matiza. Agradece a quienes, incluso, le han pagado la cuota de este mes para que pueda tirar adelante.
Nadie hace caja
Los bares son otros de los grandes perjudicados. Fueron los primeros a los que se obligó cerrar. Sus propietarios aguardan inquietos a que todo pase. Es el caso de Sala Ultrella que comenzó su andadura con nuevos dueños el pasado mes de diciembre.
Julio Carrero y Cristian Vivas aseguran que tenían muchos proyectos para este 2020. «Somos un negocio joven, con una corta experiencia en el sector de la hostelería, eso presenta además un plus de incertidumbre pues estamos en la fase de crecimiento», dicen. Tenían una programación especial para Semana Santa, y un concierto el mismo día que supieron que debían cerrar.
«Seguimos a la espera del desarrollo de ésta grave crisis sanitaria para programar un regreso a la actividad lo antes posible, de la forma más productiva y segura posible», puntualizan. Tienen que afrontar los gastos de alquiler, luz y agua, y hacer frente a las pérdidas que ocasionarán todos los productos perecederos que quedaron en su bar. Al igual que Casa Claudio se han visto en la necesidad de acogerse a un ERTE para mantener el puesto de trabajo de su plantilla.

«Desde Sala Ultrella, mandamos un deseo de unidad, un compromiso de responsabilidad y solidaridad para volver cuanto antes a la normalidad de nuestras vidas, a disfrutar de nuestras relaciones sociales en los establecimientos hosteleros», matizan.
Todos los bares y restaurantes dejarán de hacer cajas importantes mientras dure la alerta sanitaria. Duele más por la época del año que es, con una primavera recién estrenada y una Semana Santa sin poder ser aprovechada.
Pequeño comercio
El pequeño comercio también se resiente por esta crisis sanitaria. Las tiendas que no venden productos de primera necesidad echaron el cierre al mismo tiempo que los bares y restaurantes. Agus Borrella es la propietaria de la tienda de ropa y complementos Rivendel. Su escaparate luce las novedades para esta primavera, a la espera de que pueda abrir sus puertas. Ella afronta la situación con preocupación pero insiste en que «lo importante es la salud, sin ella no podríamos abrir nunca».
Como todos los empresarios tiene muchas ganas de que todo esto pase. «Vamos a tardar pero si entre todos colaboramos pasará cuanto antes y podremos tirar hacia adelante», dice.
Cipri Bejarano regenta su tienda de ropa infantil, Pekitas. «Es una ruina, sigo pagando la cuota de autónomo, y aunque en la tienda no pago alquiler sí tengo hipoteca», cuenta Cipri, que es madre de tres hijos.
A veces ve el futuro algo escéptica. Otras de una forma positiva. «Si la gente se queda sin trabajo evidentemente no va a comprar, pero por otro lado pienso que saldremos de ésta, están las Comuniones que se cambiarán de fecha», dice. Reconoce que hay que «tener un colchón para hacer frente a esta situación».
Como ella, está Alma Casares, propietaria de la peluquería Stilo. A diario se preocupa mucho porque su economía se resiente, pero también piensa en el futuro. «Piensas en el miedo de cuando vuelva a salir la gente a la calle, si van a tener ganas de gastar», dice.
Abiertos, pero con escasas ventas
Las queserías permanecen abiertas, pero también cuentan cómo se han desplomado sus ventas. Dicen que el queso no es un producto de primera necesidad. En Quesería Doña Francisca las ventas han caído un 80%. La Torta se ha visto seriamente perjudicada por esta crisis sanitaria. «Los establecimientos de turismo de alimentación están cerrados, por las multitiendas no pasan clientes de otros lugares, y es en las grandes superficies donde puede haber algo más de rotación», aclara Diego Lindo, uno de los propietarios de esta quesería.
Son 14 empleados en plantilla pero no pueden presentar ERTE porque no les han impedido el cierre. De hecho estos días continúan con su producción habitual. «Estamos fabricando al mismo nivel, no podemos dejar de coger leche porque el problema se le crea al siguiente de la cadena, hay que afrontar la situación, ahora estamos tirando de liquidez para hacer frente a los gastos, y cuando se desactive todo esto estaremos preparados», añade.
Quesería Barrantes también ha reducido los días de fabricación de su queso fresco. «La gente sale a comprar, pero no todos los días, así que fabricamos menos», indica Maru Barrantes.
Como éstas existen decenas de historias particulares de empresarios y autónomos casareños. Prácticamente todos los sectores están sufriendo las consecuencias de este inesperado parón motivado por la crisis del coronavirus.
Hoy comienza la cuarta semana de confinamiento para muchos, y sólo esperan con ganas que todo vuelva a la normalidad para poder volver a abrir sus negocios. Y así, volver a empezar.
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