El matrimonio más longevo suma 73 años

Victoriano Mena (99 años) y Teodora Ordiales (95 años) se casaron en 1939

Victoriano y Teodora, en el salón de su casa. L.C.G.
HISTORIAS DE NUESTRO PUEBLO

En el comedor de su casa, Victoriano Mena y Teodora Ordiales pasan largas horas del día. Sentados en su sillón, cobijados por el calor del brasero, disfrutan de su eterna compañía. Este año cumplirán su 73 aniversario de casados. En el pueblo aseguran que es el matrimonio más longevo y, pese a no estar demostrado con datos firmes, nadie parece conocer a una pareja que lleve más años casados que ellos. 

Por si fuera poco, Victoriano acaba de cumplir el pasado 13 de enero los 99 años. Nació pocos meses después del hundimiento del Titanic. A punto de ser el primer casareño centenario, es la persona que cuenta, a día de hoy, con más edad de la localidad, según los datos del padrón municipal. Su mujer celebrará una nueva primavera el próximo 26 de marzo, momento en el que soplará las 96 velas. Para ambos, la salud ha sido siempre su principal aliada. Tienen achaques típicos de su edad, apenas sin importancia, que le hacen sobrellevar el día a día de la mejor manera posible.

Sus alegrías las comparten con sus cuatro hijos, sus 8 nietos y 11 biznietos. A su edad mantienen el cariño y el respeto el uno por el otro. "Nos hemos llevado bien y nos seguimos llevando bien", dice Victoriano cuando se le pregunta por la salud de su matrimonio. Y ríe al recordar que pocos regalos se han hecho el uno al otro, no por falta de cariño, sino porque la economía por aquel entonces no les permitía tanta cortesía. "Hemos tenido regalos muy puñeteros, no nos tenemos que echar nada en cara el uno al otro", comenta el matrimonio.

Ni siquiera los problemas auditivos de Victoriano le impiden seguir la conversación sobre cómo ha sido su vida. Recuerda su niñez trabajando en el campo. Se casaron en 1939, año en el que finalizó la Guerra Civil Española. "Estaba todo el día con las ovejas para arriba, y las ovejas para abajo, dormíamos al sereno o en un chozo, donde se podía", relata. Su plena dedicación a las labores del campo ha dejado una huella imborrable en sus vidas. Ejercían de amos de fincas y ganaderías, y andaban de un lado para otro. A los 64 años Victoriano se jubiló por un problema de cataratas, del que fue intervenido. Así, el matrimonio se trasladó a su casa del pueblo de forma definitiva.

El paso de los años no hace mella en sus memorias, lo que sorprende incluso a sus hijos. Pese a la edad, Victoriano se atreve a recordar a sus hermanos, con él 11. No titubea cuando dice que la mayor era Cándida, luego Leandra y, tras ella, nació él. Insiste en relatar el nombre del resto, pero el esfuerzo se agranda. Habla de Blas, de Martín, de Felipe. A todos los lleva en su recuerdo. Hoy día sólo viven tres de sus hermanos, de menor edad que él. Teodora cuenta que es la tercera de seis hermanos, y ella es la única que vive.

Apenas salen a la calle, pero el sol entra en su patio, donde caminan y permanecen juntos. Teodora reconoce que hay momentos que se enfada porque "no hacen las cosas como a mí me gusta". Se refiere a sus hijos. Los tres varones viven fuera, en Madrid y Málaga. Su hija, Macu, los cuida a diario. Teodora ha sido ama de casa, y ahora le cuesta creer que sea a ella a la que tengan que servir y poner la mesa.

La buena alimentación les ayuda a mantener una salud envidiable. Aún recuerdan las sopas 'canteás' que comían en el chozo. "Se migaba el pan y se echaba al caldo, eso era un manjar para nosotros", recuerdan. Sus hijos aseguran que no le han fijado una dieta estricta para su edad, y que sus padres prefieren las berzas elaboradas con buche a las espinacas. "Las llevan comiendo tres días seguidos", cuentan.

El paso del tiempo les ha hecho conocedores de diferentes décadas, cambios de vida, y de nuevas modas. "La vida ha cambiado como de la noche al día", dicen. Victoriano nunca se sacó el carnet de conducir, le bastaba con ir en burro a todas partes. Conocen la playa, en los viajes que han hecho a ver a su hijo y nietos a Málaga.

Pasan las horas acompañados de sus familiares y vecinos que les visitan con bastante frecuencia. Apenas tienen amigos, a estas alturas, ya todos han fallecido. Victoriano, de vez en cuando, también sigue recibiendo la visita de sus hermanos.

El matrimonio mantiene la tradición de soplar las velas en sus cumpleaños. "Cumpliré 100 años si Dios quiere", señala Victoriano. En el cajón de sus recuerdos vuelan los poemas, que se atreve a recitar como si de un poeta de la época se tratara. De repente se le viene a la cabeza el 'Asturias patria querida', sin ser asturiano, sino extremeño, y Teodora ríe de alegría al oírle cantar.

El uruguayo Mario Benedetti decía en unos de sus poemas "preciso tiempo, necesito ese tiempo que otros dejan abandonado, porque les sobra o ya no saben que hacer con él". A Victoriano y Teodora la vida les ha regalado una combinación mágica: la salud que les acompaña, y ese tiempo que todo el mundo ansía.