"Los niños tienen unas ganas de vivir tremendas, me aportan una gran alegría e ilusión diaria"

El casareño Juan José Borrella Dómine, maestro del colegio León Leal Ramos, lleva 27 años dedicado a la docencia, su verdadera vocación

Lucía Campón Gibello

Jueves, 28 de enero 2016, 14:58

Juan José Borrella Dómine lleva ocho cursos ejerciendo como maestro en el colegio León Leal Ramos de su pueblo. La docencia es su verdadera vocación y a ella lleva dedicado ya 27 años. Este 28 de enero se celebra el Día del Docente, una festividad que homenajea a los maestros que luchan por la mejor educación posible para los niños y adolescentes.

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-¿Cuándo comenzó a ejercer como maestro?

Hace ya 27 años. Estudié mi carrera en Cáceres. El primer destino fue Coria y allí pasé un curso. Luego me tocó ir a Alía cuatro años más. Más tarde en Portezuelo, Santiago del Campo y Valdencín que es una pedanía de Torrejoncillo y fue mi último lugar antes de llegar aquí hace ya ocho cursos con mi plaza en propiedad. En un principio no quería venir a trabajar a mi pueblo porque se suele decir que nadie es profeta en su tierra, y es difícil ejercer en el mismo lugar en el que se vive, pero estoy muy contento. Espero ya jubilarme aquí.

-¿Usted fue alumno del León Leal?

Sí, en aquella época estudié en las aulas de la Plaza de Toros y en las microescuelas. Cuando estuve en Coria tuve que hacer una sustitución aquí en el pueblo los últimos meses del curso y me hizo mucha ilusión dar clases en el mismo lugar en el que yo había sido alumno. Recuerdo a los niños que di clase que hoy ya tienen 34 o 35 años.

-¿Era buen estudiante? ¿Qué recuerdos tiene de cuando fue alumno?

Siempre me consideré buen estudiante. Fui un niño tranquilo pero claro que haría alguna que otra travesura. Tengo muy buenos recuerdos de mis maestros, de doña Joaquina, don Macario, doña Juana, don Pedro Cerezo y Pedro Nicolás, de doña Fita. Hay veces que me imagino a mí mismo sentado en el pupitre, no sueles recordar muchas cosas de aquella época pero estoy convencido que los niños de antes hacíamos lo mismo que hacen los de ahora.

-¿Cómo era la educación de antes a la de ahora?

Ha cambiado mucho, ha dado un giro impresionante, ahora es mucho más cercana e individualizada al alumno. El maestro antes tenía mucha autoridad e imperaba la disciplina. El problema muchas veces es que en casa se hablan muchas cosas que los niños están escuchando y nos damos cuenta, todo lo podemos buscar en internet, queremos que los hijos aprendan rápido saltándose muchas cosas y etapas. Es importante que el niño sepa leer o escribir pero también tener unos valores y normas porque es lo que les va a valer en la vida. En el León Leal Ramos hay muy buenos profesionales.

-¿Cómo fue su llegada a un aula por primera vez como docente?

Cuanto te enfrentas sólo a una clase te crees que estás preparado para ello pero no. En la facultad no te preparan para el día a día. Yo aprobé la oposición por Infantil porque es lo que me gustaba, es algo vocacional. La educación si no te gustase quemaría mucho.

-¿Es complicado dirigir una clase con tantos niños pequeños?

Sí, es difícil, para ellos eres un modelo a seguir, eres su espejo. Pero los niños me aportan una gran alegría e ilusión diaria, ellos no tienen maldad y todo es gratitud y, sobre todo, tienen unas ganas de vivir tremendas. Son muy espontáneos, lo cuentan todo, lo mismo que todo lo que escuchan aquí lo cuentan en casa, lo de sus casas viene aquí y muchas veces hay que pararles los pies. Viven todo de forma muy especial. Vengo todos los días contento a trabajar, me gusta lo que hago.

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-¿Tiene algún recuerdo especial de todos estos años?

Tengo muchos, pero aún conservo la carta que me escribió el padre de una niña muy especial y que me hizo llorar de satisfacción.

-¿Qué consejo daría a las familias sobre la educación de sus hijos?

Una de las cosas es que tengan la confianza en los profesionales que dan educación a sus hijos. Por otro lado que socialicen a sus hijos, que jueguen con otros niños y valoren lo que hacen de forma positiva. Que estén pendientes de sus progresos, y que todos los días se sienten con ellos aunque sea diez minutos para leer, jugar, o cualquier otra cosa que les aparte más de la tele o de los medios informáticos. Yo siempre les pongo a las familias el mismo ejemplo: la educación es como un pastel que dividimos en tres partes iguales. Una parte es la escuela, otra la familia y otra la sociedad. La escuela no suple las otras partes, ni la familia. Cada una de las partes aporta algo en la educación, pero tiene que ser de forma conjunta.

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