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Juana, en el centro de la imagen.
Juana la de 'El Conde'

Juana la de 'El Conde'

"El único símbolo de superioridad que conozco es la bondad"

ANTONIO CEBRIÁN 'el moreno'

Viernes, 1 de abril 2016, 21:33

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"El único símbolo de superioridad que conozco es la bondad". Permitidme que utilice esta rotunda cita de Beethoven para destacar el rasgo que mejor definía su personalidad. Aquéllos que la conocieron convienen conmigo que Tita Juana era una mujer de gran generosidad. No había ningún propósito en su conducta, le salía de forma natural. Su bondad no podía ser material (carecía de materiales) sin embargo repartía simpatía, gracia y proximidad a todo el mundo, era de esas personas con las que gustaba estar. Su conversación estaba llena de ingenio y chispa, le hubiera gustado haber sido actriz de teatro, comedianta, decía ella y talento no le faltaba, seguro que habría llegado a ser una Gutiérrez Caba. Hacíamos comedias en su casa por las tardes -"Fumando espero, al hombre a quien yo quiero, tras los cristales, de alegres ventanales"- y así hasta el final..., me hacía cantar la sensual copla de Sarita Montiel. En su carnicería, siempre llena de mujeres, se trataban los asuntos de la más rabiosa actualidad del pueblo. Aquello era como un plató de televisión y ella la conductora del programa, mientras machaba chuletas de palo.

A primera hora, el informativo:

-Pues me he enterao que fulanita ha quedao embarazada-

-¿Y cómo lo sabes?-

-Pues me he enterao de casualidad, salió anoche en una conversación con una prima de Cáceres.

-¿Y quién es el periñan?

-Un salivilla de Cáceres, de esos que viene en moto de Villabotona.

-¡¡Qué barbaridad, vaya gente, todo lo que barbean se lo saltan!!

-¡Vaya un pueblo! Todas la semanas sale una, ¡Que asquerosidad!

-¡Tanto va el cántaro a la fuente....!

-Matilde: ¿Qué te pongo?

-Dame para un cocido.

Cuando la fuente de información era la Carnicería, la certeza era absoluta. Estoy seguro que, si los dirigentes de Telecinco la hubieran conocido, María Teresa Campos estaría en el paro.

No había nada más entretenido que una conversación con Tita Juana. Yo me quedaba embelesado escuchando su frases, sus sentencias...

-"La mujer de Franco es como una galga llena de collares"-

-"El pollo tiene una carne muy sin gracia"-

-"A Don Julián se le está poniendo el cuello como a un pavo viejo"

-"Me da mucho "enfao" de las mentiras"-

-"A mi no me gusta nada la moda del árbol de navidad ¿De dónde coño viene eso?

Era una ocurrencia tras otra, dichas sin preparación, llenas de naturalidad y gracia.

La verdadera apoteosis se producía, cuando algunas noches, tío Teodoro venia a visitarnos y ocupaba un lugar destacado en la gran "mesa camilla", comenzaban los dos mano a mano contando historias, ambos de memoria prodigiosa, aquello era un derroche de ingenio y gracia inagotable, lo que no eran historias verdaderas se lo inventaban, daba igual. "Sólo le pasan cosas interesantes a los que tienen talento para contarlas" (Cela -dixit-). A esas tertulias, sabiendo que estaba tío Teodoro, se sumaban doce o catorce amigos y familiares, ya no cabíamos más, -"Candi, vete a por más sillas a la cocina, y sal a por una garrafina de cinco litros a casa de tío Vidal"-

Recuerdo a mi padre saliéndose a la calle a respirar muerto de risa porque no podía soportar el bombardeo inagotable de agudezas de tío Teodoro....

Juana la de El Conde nunca perdió la gracia y el sentido del humor. Esa era la expresión de su generosidad, la manera de darse a los demás. Siendo aún muy joven superó la muerte de su marido y después, como tres mazazos sucesivos, la pérdida de tres de sus cuatro hijos, ellos se fueron llevando un trozo de su alma y de la ilusión de vivir. No he visto mayor prueba de entereza y superación que la de Tita Juana ¡¡Increíble!!. Probablemente sería su religiosidad lo que la mantuvo en pie. Yo siempre he visto Santos en su casa, era la costurera de todos ellos, Juana Núñez estaba en todas las listas de las vírgenes que recorrían las casas del pueblo.

A mediados de Diciembre ya tenía su gran Nacimiento montado. Cuando me explicaba el papel de cada figura en aquel gran escenario todo adquiría sentido y movimiento. El castillo de los Reyes Magos en lo más alto -"Mira Antonio, ya están saliendo lo Reyes hacia Belén"-. Un largo río con papel de plata zigzagueante, sorteando montañas de musgo y corchos, chozos de pastores con sus ovejas, lavanderas, herreros y leñadores cargados de palos, componían ese mundo mágico que ella, año tras año, recreaba en Navidad y que me contaba con paciencia y cariño hasta convencerme que todo aquello tenía vida y movimiento. -"Mira, tita Juana, hoy los Reyes están más cerca del portal "-

-"¿Quieres un plato de chanfaina, que hoy me ha salido de merito?"

Tuvo un San Cristóbal casi de tamaño natural durante años -"es buenísimo, todo lo que le pido me lo da, y a veces sin pedírselo, qué cosa más grande..."- y un pequeño San Antonio que se llevó a la Residencia de Ancianos de la Perala: -"Le hago yo la ropa, ahora tiene la de verano, pero también le tengo para el invierno una túnica lindísima con su cordón dorado en la cintura"-. Esto me dijo una de las últimas veces que la visité, cuando se nos iba apagando como una vela.

Era un ser especial para mí, quizás porque, en el momento en el que nací, mientras mi padre muy nervioso buscaba aquella madrugada a la comadrona, tita Juana estaba allí y me sostuvo en sus manos recién nacido. --¡¡Ooooy Riza, que niño más lindo!!- ¡¡Qué pelo, por Dios, que exageración!!

Te quiero desde ese primer aliento de vida...

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