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La conocida como 'Pared de Adrián', llamada así por el alcalde de la época que la mandó a construir. L.C.G.

La historia del agua de Casar se convierte en una ruta obligada

A través de cinco kilómetros se desgranan fechas, usos y evolución de los principales hitos del agua del municipio

Lunes, 25 de marzo 2019, 22:53

En poco más de dos horas uno puede descubrir la historia de la ruta del agua de Casar de Cáceres. A lo largo de unos cinco kilómetros por zonas con importancia acuífera se establece el hilo conductor sobre las fechas, usos y evolución de los principales hitos relacionados con el agua.

Desde hace unos años se lleva a cabo esta actividad formativa entre el Ayuntamiento y el colectivo Gaia, que ahora podría plantearse también como una alternativa turística. El pasado domingo varios casareños formaron grupo para conocer, de primera mano, esta singular ruta que cuenta con siglos de historia.

El punto de encuentro fue la fuente grande de El Paseo de Extremadura, símbolo de este lugar. Los primeros pasos se encaminaron a la primera parada del itinerario, denominada como 'Pared de Adrián' (puente de madera de La Charca). Así se le conoce por el ex alcalde Adrián Bermejo Casares, que en la década de los años 40 construyó este muro en un intento de recrecimiento de la Charca. El objetivo era retener más agua en dirección sur.

«Esta charca era un gran potencial para la fábrica de trigo que funcionaba en aquel entonces, y se produce una concesión de la salida lateral de la charca por la parte norte, y es esa salida la fuerza motriz para mover las piedras de la fábrica de harina, siendo también la primera vez que se produce electricidad, por lo que en este caso se autoriza a que el agua salga por el lateral en lugar de por el muro como sucede en cualquier embalse», explica el promotor de la ruta, Gregorio Tovar.

La Charca es en la actualidad uno de los lugares más destacados del municipio. Un lugar ya de recreo, y de gran protagonismo medioambiental, que pretende conservarse frente a cualquier otro interés. Ha sido testigo en algunas ocasiones de la sequía, como sucedió en los años 90. «Hubo quien propuso hacer casas en esta zona aprovechando la sequía y desde Gaia y el propio Ayuntamiento queremos declararnos vigilantes de este entorno para que no desaparezca la función que tiene», matiza Tovar.

Pozo del Tío Borruche

La segunda parada da protagonismo al pozo del Tío Borruche, ubicado dentro del cordel de la Cañada Soriana Occidental, y que ofrecía un gran servicio a los ganaderos y agricultores, no sólo del municipio, sino de distintas regiones del Norte de España o Castilla León. Se trata de uno de los pozos más profundos, de unos siete metros, de entre los aproximadamente 200 existentes que se estima hay en el municipio (entre públicos y privados), y que continúa teniendo agua.

A día de hoy está tapado con rejas para evitar los desechos de suciedad o algún accidente. Con estructura circular, está ubicado al margen izquierdo de La Charca, junto a nueve pilas de piedra que antaño eran usadas como abrevaderos para el ganado. Cuenta con una cuerda y un cubo para quienes quieran extraer el agua. Su construcción inicial hecha con ladrillos fabricados en la localidad no soportó, con el paso del tiempo, su estructura. Se colapsó y se hundió. Más tarde se reconstruyó gracias a la subvención aportada por la Junta de Extremadura. Se trata de un pozo independiente que no recibe agua de La Charca pese a estar muy próximo a ella.

Pozo del Tío Borruche, uno de los más profundos, con siete metros. L.C.G.

Mientras se continúa hacia la desembocadura de La Charca, una pared ejemplifica las tres rocas que componen el subsuelo granítico de Casar de Cáceres, las cuales otorgan tanta riqueza de agua. Se aprecia la corcubianita (conocida como pizarra macho), un mineral por el que discurre el arroyo de la Aldea, popularmente conocido como Cagancha. A ella se suman otros tipos de granito, piedras propias del lugar, de distintos colores.

Frente a la desembocadura los límites de las parcelas que se apropian de los márgenes del cauce se dejan ver con una ligera observación inicial. Según indica Tovar, «la dejadez de las autoridades y con el paso del tiempo se comenzaron a apropiar de los márgenes y el agua era la segunda protección seria que tenía la ganadería de Casar».

A día de hoy, la desembocadura de la charca no cumple con las exigencias establecidas en la Ley del Agua, en la que debe dejarse una distancia de cinco metros a cada lado de forma libre, para poder transitar incluso. En la mayoría de los casos el cauce está invadido por parcelas privadas. En el término de Cagancha hay construcciones, incluso, encima del propio cauce. «Esta expropiación le correspondería a la Confederación Hidrográfica del Tajo», aclara.

Arriba el Pozo Las Cadenas. Abajo la desembocadura de La Charca. A la derecha el cauce. L.C.G.
Imagen principal - Arriba el Pozo Las Cadenas. Abajo la desembocadura de La Charca. A la derecha el cauce.
Imagen secundaria 1 - Arriba el Pozo Las Cadenas. Abajo la desembocadura de La Charca. A la derecha el cauce.
Imagen secundaria 2 - Arriba el Pozo Las Cadenas. Abajo la desembocadura de La Charca. A la derecha el cauce.

Recordando la Charca nueva, toda la atención se centra en una fecha clave. Fue justo en el año 1479 cuando se termina, y a partir de ese momento iba a sustituir a la charca vieja, que durante décadas había sido el caudal para el ganado o la limpieza de los cueros y pieles. Cuando nace la nueva, la vieja queda en desuso y todavía están los muros de la primera charca casareña (ubicada en la zona de 'las tenerías') y que se pueden divisar dentro de propiedades privadas.

Calleja Pascuala

Para continuar la ruta del agua, hay que desviarse por la calleja Pascuala, a la que se accede desde el antiguo matadero municipal. Allí también se aprecia las edificaciones y propiedades privadas junto al cauce de la Charca. A unos pocos metros de esta zona se encuentra la popular fuente de La Kinea, construcción medieval, aunque no fue hasta hace tres siglos cuando fue techada. Tiene seis metros de profundidad y actualmente está en desuso. Algunos de los treintañeros que ayer acudieron a esta ruta, recordaban cómo pasaron su niñez acompañando a sus padres o abuelos a recoger agua para depositarlas en las tinajas de sus hogares.

Otra fecha clave que se recuerda es la del 25 de mayo de 1935, cuando el Ayuntamiento traslada por primera vez al gobierno central la necesidad de dotar a la población de agua potable. «Había necesidad de gestionar el agua potable y que la gente dejara de acudir a los pozos porque no se aseguraban cualquier manipulación y se podían contraer enfermedades», puntualiza.

Pero no fue hasta los años 1969 o 1970 cuando se construye el pozo de Las Cadenas, destinado a agua tratada, para garantizar seguridad a los casareños. Se encuentra al margen izquierdo en la carretera hacia La Encarnación. Así las primeras fuentes de agua potable que se instalaron en la localidad se ubicaron en la plaza de toros y en una esquina de la plaza de España. «Pese a tener disponible agua segura, los casareños seguían acudiendo a La Kinea, al Canto y a los numerosos pozos en los que estaba acostumbrados a beber», resalta Tovar.

Se realizó también una estimación del agua que los 6.000 habitantes de aquel momento podrían consumir. De esta forma se construyó el primer depósito de agua potable, de 30.000 litros, que hoy sigue siendo visible frente a este singular pozo.

Los pantanos, el viejo y el nuevo

«Cuando poco a poco comienzan a usarse las lavadoras y se hace un uso más cotidiano del agua, se empieza a pensar en hacer un pantano y Fermín Manzano, el alcalde de entonces, consigue junto con Arroyo de la LLuz un proyecto para que los dos pantanos se comunicasen y el agua fuera compartida. Todavía está la tubería que une el pantano de Arroyo con el embalse viejo de Casar», explica el guía de la ruta.

El ingeniero encargado de esa obra pensó, en el año 1972, que en un otoño de lluvia normal se garantizaba agua para el pueblo durante tres años. Esa estimación no contemplaba lo que sucedería más tarde. Los años de sequía obligaron a que en 1979, con José Cortés al frente de la alcaldía, se prestara especial importancia al que consideraban el primer problema grave que tiene el municipio. Ni el pantano viejo ni el pozo Cadenas eran suficientes para abastecer a la población. «De nuevo tuvieron que solicitar en Madrid la construcción del pantano nuevo en 1983 y a partir de entonces el agua embalsada de este pantano nuevo llega a los hogares», recuerda.

En 1999, según un estudio realizado por Gregorio Tovar, cada casareño gastaba 190 litros (un bidón) de agua, y en la actualidad se consumen 160 litros. «Al final de los años 90 había mucho derroche y ahora la gente está más concienciada con el consumo», detalla.

Tras esta sucesión de hechos, y a punto de finalizar la ruta, el recorrido se dirige hacia Cagancha. «Se hizo recuperar y hacerlo transitable para vehículos, es una zona en la que agua residual va por abajo, y se han conocido varias ocasiones en las que el agua residual se ha juntado con el de intensas lluvias y toda esta zona se ha visto inundada», puntualiza.

El Pozo Nuevo, en el Ejido de Abajo. L.C.G.

La ruta finaliza en el Ejido de Abajo. Allí se encuentra el Pozo Nuevo. Es cuadrado, a diferencia del circular del Tío Borruche, y también está protegido. «La gente venía para dar de beber al burro o a las pocas ovejas y abastecía las calles Larga baja, Santiago, Macorrilla, Cortes, Plazuela de San Juan y Barrionuevo bajo. Cuenta con unos cinco metros de profundidad, y el paso de los años lo ha dejado a la vista de todos como un elemento decorativo.

En este punto concluye una ruta que se adentra, de forma entretenida, en la cultura del agua, que en la actualidad muchos no conocen y forma parte de la historia de Casar de Cáceres.

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