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Enrique, en la calle del municipio de El Nido, junto a niños filipinos. CEDIDA

Un joven casareño recopila ropa y material escolar para los niños de la isla filipina en la que trabaja

Enrique Espada Merino reside en Palawan desde finales de 2018, lugar en el que trabaja como chef de un restaurante

Martes, 21 de enero 2020, 23:03

Las iniciativas solidarias promovidas por casareños siguen traspasando fronteras. A más de 12.000 kilómetros de distancia, la que separa Casar de Cáceres de la isla filipina de Palawan, el joven Enrique Espada Merino ha puesto en marcha una campaña de recogida de ropa y material escolar que irá destinada a los niños de El Nido, lugar en el que reside este casareño desde hace algo más de un año.

Un lugar rico en sus playas de arena blanca, palmeras y arrecifes de coral, pero en el que sus habitantes carecen de cosas básicas como material escolar o ropa. Así lo cuenta Enrique, que ejerce como chef ejecutivo en uno de los restaurantes de este municipio filipino. La creatividad en sus platos la compagina con su preocupación por sus nuevos vecinos.

Tras conocer las necesidades de los niños junto a los que reside en la isla, ha decidido emprender a través de las redes sociales esta campaña. Así, ha hecho un llamamiento a su pueblo natal para que colabore y destine material deportivo y escolar, o ropa de verano para esta buena causa. «Durante los primeros meses al llegar a la isla me dediqué a conocer a la gente de aquí, su cultura, y me di cuenta de que los más jóvenes tienen carencia de muchas cosas, aquí es como estar en España hace 50 años, y me da pena que en el siglo que estamos estén jugando con balones que fabrican con bolsas de basura, o que no lleven zapatos», cuenta desde la distancia.

Enrique, en el centro, cortando jamón junto a su equipo de cocina. CEDIDA

La idea es llevar hasta la isla aproximadamente 150 kilos de materiales y prendas aprovechando el viaje que hará su familia a Filipinas. «El equipaje facturado es gratuito y se me ha ocurrido que podrían traer cosas para ayudar a los niños y que así disfruten más de su infancia al igual que yo disfruté de la mía», cuenta Enrique, que desde adolescente se vinculó al área deportiva de la localidad, con la que estuvo comprometido durante años.

Los puntos de recogida se han establecido en el pabellón polideportivo, la casa de cultura y el Ayuntamiento. «Todos podemos prescindir de cosas y ayudar a gente con muy poco, puede que algunos de estos niños sean unos talentos pero no se puedan desarrollar por no tener medios», asegura este joven que no dudó en acercarse hasta el colegio de El Nido para ver las necesidades que tienen los escolares. «La gente ya ha empezado a colaborar según me han dicho desde el Ayuntamiento, si se recopilan muchas cosas y no podemos traerlo todo lo destinaremos a otros proyectos, ya sea para el Pueblo saharaui o para Cáritas, aunque trataremos de que aquí llegue lo máximo posible», ha precisado.

Enrique se ha adaptado al nuevo clima, a la nueva cultura e idioma. En la isla residen otros veinte españoles, con los que suele quedar para pasar sus ratos de ocio y como él dice, «echar unas risas».

«Al principio como todo te cuesta un poco salir de tu rutina y tus hábitos pero estoy muy ilusionado por el nuevo proyecto, y ya venía de trabajar con la familia de los hermanos Ferrán y Albert Adriá», cuenta.

Lejos de su tierra, aprovecha la oportunidad del destino que escogió para seguir creciendo a nivel personal y profesional. «Mi vida aquí es muy sencilla, vivo en una cabaña de bambú y madera con un buen colchón y una televisión adecuada para poner Netflix y cada día visito el mercado para coger el producto lo más fresco posible, trabajo con mi equipo de cocina y hago deporte cada vez que puedo», resalta.

Para Enrique no hay mayor ilusión en estos momentos que ver algún balón rodando por las calles del que se ha convertido en su nuevo hogar. «Los más jóvenes que no tienen la oportunidad de jugar un partido de fútbol en el recreo del colegio por no tener bola», dice.

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