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Lunes, 30 de septiembre 2024, 22:29
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El título de abuelo se lo tiene bien ganado Juan Contreras, no sólo por las nietas que la vida le ha regalado, sino por la dedicación que le presta a diario a un grupo de 25 ocas y gansos que habitan en La Charca de Casar de Cáceres. A día de hoy se ha convertido en la persona más fiel de todas esas aves, que cuida como si fueran suyas, y por las que siente un gran apego y cariño.
Desde hace ya cinco años, invierte buena parte de su tiempo ocioso a alimentarlas cada día. Sobre las siete y media de la tarde Juan saca a la puerta de su tinao su barreño con pan duro, lo pica y se lo sirve a esta bandada. Las aves siguen el ritual y acuden velozmente a su cita con este casareño de 73 años. Ellas lo conocen incluso por su forma de andar. Conocen sus pasos a la perfección cuando él cruza La Charca para acudir a su tinao, donde también se hace cargo de varias gallinas y gatos. «No me cuesta nada darles de comer, lo llevo haciendo cinco años y hay gente que me trae pan duro porque saben que son para ellas», cuenta.
Todo empezó hace unos años cuando un vecino dejó en libertad en La Charca a cinco de estas ocas. Más tarde otro casareño llevó cuatro más. En estos últimos años el grupo ha crecido de forma considerable, en buena parte por los cuidados que les ha prestado Juan cuando han nacido las crías. «Cada vez que nace un grupo de crías las recojo y las entro en mi tinao con la madre, las protejo de los milanos porque si no se las comen y cuando pasan 15 días las dejo otra vez en La Charca», explica este casareño. A Juan le apena que haya gente que retire sus huevos.
Para protegerlas también ha solicitado al Ayuntamiento la posibilidad de instalar una alambrada para que ninguna oca y ganso cruce el carril verde hacia la carretera. «Hace mucho que no hemos tenido que lamentar ninguna pérdida pero en alguna ocasión las han atropellado y esa sería una buena solución aunque aún no he recibido respuesta», añade. Su idea es que los pescadores puedan acceder por una puerta a la zona del muro de La Charca y así ellas no podrían pasar por la calzada por la que circulan todo tipo de vehículos.
En la localidad todo el mundo sabe que Juan es quien le da de comer, aunque son muchas las personas que acuden con sus bolsas para mimarlas, sobre todo, muchos niños a los que este grupo de aves les causa una sensación especial. Hoy día visitar a estas aves se ha convertido en toda una atracción en la localidad y es un reclamo para personas de todas las edades residan o no en el municipio. «Son inofensivas aunque hay a gente que le dan miedo», dice. Al principio, hasta que se habituaron al lugar las ocas y gansos tenían la costumbre de perseguir a quienes pasaban caminando por el carril verde, llegando incluso a intimidar a muchos viandantes. Las llegaron a llamar a través de las redes sociales «ocas asesinas». Ahora que conocen bien el lugar en el que habitan agradecen las visitas. «Cada vez que ven una bolsa salen corriendo porque saben que ahí le traen algo de comida», asegura Juan.
También es algo habitual ver a este jubilado barriendo la suciedad que las aves dejan en el carril verde. «Como la gente se quejaba cojo un cepillo y lo barro, no me cuesta nada, yo me entretengo y está todo limpio», argumenta.
Más de una vez este grupo de aves ha traído de cabeza a los pescadores que acuden cada semana a capturar la tenca. Buscan el maíz o pienso y acaban enredados en los sedales. También es habitual que realicen su nado junto a la boyas o veletas, e incluso, se han atrevido a comerse alguna tenca ya capturada si no estaba en la costera, según precisan los aficionados a esta práctica deportiva. Hace pocos días Juan se percató de que una oca no acudía a comer. Con la ayuda de un pescador descubrió que tenía enredado un hilo, el cual pudieron finalmente desprenderle de sus patas.
A estas alturas, para muchos casareños Juan es sin duda el abuelo y el amigo más fiel del grupo de ocas y gansos más populares de la localidad. «Mientras pueda seguiré haciendo lo mismo todos los días y a ver si soy capaz de que aumente el número de crías», apostilla.
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