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Domingo, 4 de agosto 2024, 11:37
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Un grupo de mujeres casareñas han convertido la restauración, la pintura y el reciclaje en un estilo de vida. Hace siete años la Universidad Popular puso en marcha un taller, que desde este verano funciona ya como asociación, que se ha denominado ARECASAR.
El colectivo ha querido mantenerse en activo en el periodo estival, por la gran afición que sus asociadas mantienen por el reciclaje de todo tipo de mobiliario y objetos a los que le dan una segunda oportunidad.
Además, han aprovechado para formar parte de un evento solidario que el próximo 7 de agosto se llevará a cabo en la localidad cacereña de Hinojal. El grupo de mujeres ha dejado a un lado sus trabajos para volcarse con la decoración de tejas, botellas de cristal y latas de conservas listas para lucir sobre cualquier mueble, e incluso conchas que han traído de la playa y que han convertido en pequeños joyeros forrados con coloridas servilletas.
Entre el lote que han donado también hay piñas pintadas y vistosos maceteros. Todo se pondrá a la venta en un puesto solidario a favor de la Asociación Española Contra el Cáncer. «La idea de que colaboremos surge de la alcaldesa de Hinojal, que contactó conmigo para ver si queríamos hacer algo para esta causa solidaria y todas las que vienen en verano al taller han colaborado», detalla Gema Vivas, presidenta de la asociación.
Para estas mujeres la asociación ARECASAR ya se ha convertido en su principal hobby. Los martes y jueves se reúnen en un local cedido por el Ayuntamiento casareño para demostrar su destreza con las manos, al mismo tiempo que echan a volar su imaginación. A cualquier mueble viejo y deteriorado lo hacen resurgir con las diferentes técnicas que aprenden. «La gente tiene ganas de restaurar, de hacer cosas nuevas, el reciclaje se ha fomentado mucho y cuando ven el resultado es cuando más se animan», cuenta la promotora de este colectivo.
Pilar Ollero es una de las primeras participantes en el taller que puso en marcha la Universidad Popular. Ahora, como asociada de ARECASAR, continúa con su afición. Estos días de altas temperaturas los pasa dando una nueva vida a una cómoda de melamina que quiere convertir en un zapatero para su hija. «Los cajones se han deformado y los estoy restaurando, forraré el zapatero con papel», dice.
Prado Sanguino lleva varias semanas centrada en un baúl que calcula tiene más de 150 años y era de los padres de sus suegros. «Es un auténtico trabajo de restauración», aseguran sus compañeras. El mueble que durante décadas se ha conservado con grasa animal cambiará su aspecto a base de lija, incorporación de masilla, barniz, nuevas tablas y telas para ser decorado. «Quiero conservar su parte antigua, no lo voy a modernizar», cuenta.
El lema en esta asociación es que nada se tira. Todo puede recuperarse. «Nos ayudamos entre todas, si una no sabe una cosa lo aprende de otra», asegura la presidenta.
Para Ana Gibello la restauración ha sido un gran descubrimiento. Animada por su hija, hace cuatro años se incorporó al taller y desde entonces no ha cesado de hacer trabajos con objetos heredados de sus antepasados. Se ha atrevido con puertas y ventanas antiguas que ha colgado de la fachada de su vivienda, baúles que nadie miraba y que se han convertido en el centro de todas las miradas en su familia, y numerosos trabajos decorativos. «Me encanta restaurar cualquier cosa, estoy aprendiendo mucho, y sobre todo estar con mis compañeras con las que me lo paso muy bien», dice.
Mercedes Dionisio se unió a este grupo también hace cuatro años. Además de aprendizaje, las sesiones a las que asiste le sirven de terapia porque las risas nunca faltan. En este tiempo ya ha cambiado el color a su habitación y salón. «Los muebles tenían 30 años y les estoy dando una segunda vida», apunta.
Las asociadas reconocen que son numerosas las horas que se dedican a cambiar la imagen de cualquier objeto. «Yo no pagaría el precio que tendría restaurar el baúl, mi familia me dijo que lo tirara», resalta Prado. Hace unos años a ninguna les llamaba la atención la cantidad de enseres y mobiliario que veían amontonados en los contenedores y puntos limpios. Ahora aseguran que miran para ellos y en sus mentes rápidamente se les viene la imagen de cómo quedarían restaurados.
A ellas la satisfacción les llega cuando, después de largas horas de empeño y dedicación, ven el resultado final. El grupo se ampliará en más de 20 personas a partir de septiembre. Todas sus integrantes tienen el mismo objetivo: aprender, reciclar y pasar un buen rato cada semana.
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