

La Ronda de La Soledad estuvo anoche, durante varios minutos repleta de público. Tras la procesión del Silencio, en la que las mujeres acompañan a la Virgen de La Soledad hasta su ermita, se vivió uno de los momentos más multitudinarios de la Semana Santa.
En la explanada de la Ronda de la Soledad se concentraron centenares de personas para ver cómo la Virgen entraba a su ermita. Fue una noche cálida, iluminada por las velas, y en la que los sentimientos volvieron a aflorar. Durante el recorrido por las calles del pueblo, La Soledad paró para escuchar las saetas de quienes se las regalaron.
Una gran hoguera volvió a ser la seña de identidad de este encuentro, que varios casareños se encargan de encender cuando la Virgen está próxima a su ermita. A escasos metros de su puerta, el músico casareño Juan Borrella la deleitó con el Ave María de Franz Schubert, el mismo tema que este joven, integrante de la banda municipal de música casareña, tuvo el honor de dedicar a la Virgen de la Macarena de Sevilla el pasado 9 de abril.
Y tras esa corta actuación, que sorprendió a los presentes y fue aplaudida, llegó el momento del canto de La Salve, un canto lleno de sentimiento y dedicado a la Virgen del manto negro cada noche de Viernes Santo.
Tras ello, y en cuestión de segundos, los cargadores introdujeron a la imagen en la ermita. Así fue la despedida. Las verjas se cerraron. Y la Virgen, iluminada por las velas, volvió a su refugio, lugar en el que seguirá siendo venerada hasta la próxima Semana Santa.
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